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tenemos que darle el rol y valorar a las suegras

El casamiento de los hijos posibilita nuevas relaciones para la mujer al integrar hijos políticos a la familia. Siempre se ha hablado en todos los ámbitos de la relación suegra-yerno, pero si se superan las tensiones presentes en esta relación, el yerno será  para la mujer una nuevo hijo y enriquecerá su vida.  Para la mujer, la renuncia del hijo a favor de una “extraña” es una prueba mucho más crucial que la de la hija a favor del yerno. La prueba máxima es la de la superación de la rivalidad con la nuera.

Tenemos la descripción de Marie Bonaparte del caso Lefébre, una suegra dominante que durante su climaterio mata  a su nuera al no poder contener la envidia y el odio que le ocasionaba el embarazo de esta última.  Vinculado con esto, está la observación  común de madres que toleran y aun fomentan una vida sexual promiscua de sus hijos varones, antes que aceptar una realización sexual y familiar de los mismos: “Una nuera que llega a ser madre parece dañar más a la celosa suegra en la tierna posesión de su hijo. La madre teme también que la paternidad pueda dar lugar a que su hijo, que a sus ojos es todavía un niño, crezca y se separe de ella”.

La positiva aceptación de la emancipación de los hijos trae una nueva ocasión de crecimiento  para la vida afectiva de la mujer y la posibilidad de tener el rol de abuela.

Helene Deutsch describe tres tipos de buenas abuelas. Están primero aquellas abuelas que continúan su maternidad a través de sus nietos, que son sentidos como los más pequeños de sus hijos. Estos le ofrecen una extensión de su maternidad luego de una tregua, bajo nuevas circunstancias y con nuevas posibilidades.

El segundo tipo es el de la abuela que acepta su estado como un don que le llega, mediante la identificación con su hija o su nuera. El peligro del primer tipo reside en la intromisión excesiva de la abuela en la tarea educativa de los padres; el del segundo, en el abrirse paso de una rivalidad latente. El tercer tipo es el llamado “abuela por excelencia”, y cuya descripción transcribo:

“En todas sus relaciones está más libre que en cualquier otra fase de la vida, y quizá enfrenta la vida con la misma tranquilidad que un niño pequeño. Se ha liberado de sus propias pasiones, quizá las ha vencido. Todo lo que ella desea del mundo es tener paz; no aspira lo inaccesible; tan sólo quiere lo que puede obtener. No sufre el desdoblamiento de la voluntad y capacidad, su mirada no se dirige a una meta distante. Ahora es tan bondadosa como puede ser un ser humano que ha aceptado la inminencia de la muerte, y tan cauta como sólo puede ser un ser humano bondadoso. Como está libre de toda ambivalencia humana, los niños suelen amar su falta de ambivalencia. Representa tan sólo un peligro para los esfuerzos pedagógicos de la madre: mima a los niños, pero sus mimos son un acto de sabiduría, pues está movida por la bondad”

La vida humana se desarrolla en estadios sucesivos y la mujer debe vivir esta etapa con aceptación y gozo. Aceptación de un nuevo ciclo, de un nuevo lugar y rol en la familia al  cuidado desinteresado de las nuevas generaciones, que debe ser tomado con responsabilidad . Se debe tener presente, que la muerte aparece como posibilidad cierta en el horizonte, pero al mismo tiempo ver esta etapa como una vuelta a nacer hacia otras metas y ocupaciones productivas.

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